Me gustan mucho las flores naturales, tenerlas en pequeños jarrones por los rincones de casa, me gustan especialmente las margaritas blancas y la paniculata, pero no pongo objeciones a ninguna otra flor.
A mi padre le gustaba regalarle flores a mi madre, claveles rojos, y cuando yo cumplí quince años, me regaló mi primer ramo de margaritas blancas, desde entonces y hasta que lo olvidó, nunca faltaron para mi cumpleaños y a veces sin motivo, que es cuando más me gusta.
Ahora mi padre no me las puede comprar pero siempre que las veo, las compro y las miro me acuerdo de ese primer ramo y de mi sorpresa cuando lo vi y le pregunté ¿Papá, son para mí? y él con esa sonrisa suya, tan especial me dijo: claro, ahora ya eres una mujer y te regalo flores y colonia, esa colonia que siempre me ha recordado a él y que desde que dejó de regalármela nunca he vuelto a ponerme...
Me dan alegría, las disfruto, en invierno porque todo esta dormido y dan color y en el buen tiempo porque una casa con flores es diferente.
Flores y velas, son mis pequeños caprichos para animar la casa y animarme cuando las miro.
Elena, la dueña de la floristería de mi barrio, me conoce muy bien, me prepara las flores, hace unos adornos preciosos, cuando he regalado algún ramo, es insuperable su forma de componerlos y siempre tiene una sonrisa en su cara que te anima a charlar sin prisa y ha quedarte en ese lugar lleno de flores, una mujer que vive y disfruta de su trabajo y transmite esa pasión.
Hace días que no salgo y no voy a comprar flores y precisamente ayer estaba pensando que cuando saliera iría a por unos ramilletes y curiosamente, Elena se adelantó y me trajo un detalle porque se imaginaba que no me encontraba bien, lo hizo de corazón y para animarme, y lo consiguió. Gracias Elena, eres una bella persona.
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